Un regalo de Sergio Astorga

jueves, 1 de septiembre de 2011

De Creus a Gata

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 Per a tots els meus amics 
que parlen o viuen (o parlen i viuen) en català

Para Dardo
en la esperanza de poder verlo este año



Septiembre ha doblado por fin el cabo.

Atrás quedaron definitivamente esos días ásperos y eternos de un verano indefinidamente duro. Dos meses extraños y difíciles como travesía del desierto, cuyas horas pesaban sobre el sudor de habitaciones cerradas y química esperanzadora. Ya está. Pasaron. Olvidados quedan.

Cerca, muy cerca está la perspectiva de las vacaciones y su consiguiente viaje.  Tan próximos ambos que sus preparativos tienen el palacio de la condesa bouleversé; patas arriba, que diría nuestra Anarkasis, traduciendo de forma que nos entendamos todos. Largas jornadas de descanso, asueto, paseos, sol y agua similares a las de otros años. Solo que esta vez somos mucho más conscientes aún del enorme privilegio que representan. Vaya si lo somos...


 Girona. Cap Norfeu en el Cap de Creus. Atardecer. Septiembre 2010 (fotografía de Paz Juan)


Reconocer y reconocerse a lo largo del camino que va de Figueres a la costa, recién abandonada la autopista, como si regresáramos a casa.  Contar una a una las desviaciones a lugares queridos por tanto vivido en ellos como Sant Pere Pescador, L'Escala, Castelló d'Empúries, Vilajuiga, Perelada, Sant Pere de Rodes, Cadaquès; incluso aquéllas que se dirigen a lugares que la mano y la codicia del hombre han transformado de hermosas marismas en absurdos arquitectónicos como Empuriabrava o Santa Margarida. Saludar la ciutadella de Roses camino de las Canyelles grosses, nuestro anclaje fuerte, seguro y poderoso a este Alt Empordà que forma parte de nosotros mismos. 
Por el camino habrá quedado el puerto y el faro y el recién restaurado castell de la Trinitat (al que debemos visita como promesa de buen grado a Fra Miquel) y las Canyelles petites, en la hondonada del camino que se retuerce hasta la Almadrava. Y allí, justamente allí, nos espera la recuperación física, mental y emocional que necesitamos. En esa ventana abierta al golfo de Roses, en ese regalo que se hace realidad cada mes de septiembre.

No habrá las mismas actividades que otros años, pero serán mucho más importantes y entrañables. No tomaremos el camino de la Montjoi al atardecer para ver cómo la luz oblicua vuelve dorado el cap Norfeu y cenar en un restaurante que a lo largo de 15 años nos ha dado cada temporada diferentes y múltiples sorpresas y el placer de compartirlas y saborearlas despacio. Se acabó el Bulli sí,  pero no nuestra visita anual. Volveremos a subir, posiblemente con el sol bien alto y de mañana, para saludar a quienes fueron su espíritu y su alma. Y regresaremos con la sal de la cala tapizando los poros y el abrazo de Luis, Lluis, Pol, Oriol, Ferrán y Juli. Porque ellos continúan allí y porque las ganas de verlos y charlar y de que nos cuenten novedades y futuros proyectos continúan siendo las mismas.

Tampoco ascenderemos a la cima hermosa del románico de Sant Pere que se descuelga a pico mirando a Port de la Selva. Pero la contrapartida me importa y me apetece mucho más. Alguien me espera en Cadaquès y podremos por fin darnos un beso y un abrazo y disfrutar de las risas por calles blancas, empinadas, estrechas y limpias. Y su cello y su familia y su historia dibujarán todos y cada uno de los espacios de su enclave escondido y bello, añadiendo después pinceladas pétreas de pintor ampurdanés.

La pequeña cala de la Almadrava será de nuevo objeto, testigo o víctima  de pisadas, charlas, risa o buceo en busca de posidonias o cangrejos (ni se imaginan lo temible que puede llegar a ser la condesa bien pertrechada de aletas, tubo y gafas).
Y las tardes se volverán apacibles con horas calladas de bordado francés bajo los pinos,  levantando de tanto en tanto la vista del bastidor para ver pasar los barcos que regresan, mientras se deshace perezosamente la música de Ravel o Biber.

Ya de bajada, la promesa de una paella a cuatro en la Barceloneta y de un café a tres quizá en las Ramblas. ¡Qué bien sabrá desmenuzar las horas en encuentros blogueros de a poquitos y sorberlas a cucharadas leves y serenas!
Y para terminar, parada en el pueblo natal de Fasolt. Claro... no podíamos pasarlo por alto como en otras ocasiones, que al servicio hay que tenerlo contento de tanto en tanto y además es en cierto modo obligatorio puesto que son familia de Fermí. La visita a un edificio de Puig i Cadafalch que hizo aún más famosas las bodegas Codorniù  y una degustación de cavas pondrá punto final a la estancia catalana. 

Un paréntesis médico de 15 días en un Madrid seguramente agobiado de gente, prisas, atascos y neurosis...


 Madrid. Puerta del Sol. Mediodía. Agosto, 2011 (fotografía Paz Juan)


Y de nuevo, en camino.
Esta vez hacia del sur, en busca del otro cabo al este de la piel de toro.

La condesa que esto les escribe no está tan viajada como quisiera y no ha podido dar el pequeño salto a la desnudez del mediterráneo africano, pero seguramente la costa almeriense se le parece mucho.
El contraste feroz entre el amarillo terroso y reseco o el gris oscuro y poroso del desierto total con el añil profundísimo del mar de Alborán y el agua que rodea el cabo de Gata marca sin remedio la primera vez que uno lo contempla. Fuera de temporada solo hay silencio, sal, sequía y agua.


Almería. Cabo de Gata. Mañana. Octubre 2010 (fotografía: Paz Juan)


Si no lo conocen, no dejen de caminar 20 minutos para sumergirse en los blanquísimos cantos rodados de la playa de los Muertos, con un agua de color turquesa tan límpido que da pena acercarse a la orilla y provocar ondas. Y prueben a acercarse San José o las Negras, preferiblemente al mediodía. Coman en un chiringuito que hay en la isleta del Moro mientras les llega el olor a yodo pegado a las rocas de la cala vecina, en tanto los pescaítos o los salmonetes dan todavía coletazos sobre el plato.
Acérquense por la tarde a esa fantástica rada que es la playa de los Genoveses, refugio de piratas o dejen que las crestas de piedra de la playa de los Mónsules les resguarden de los últimos rayos oblicuos de sol. Si pueden hacerlo sin ropa, mejor que mejor, que esa zona nunca fue mojigata y cada cual se comporta al respecto a su libre albedrío y no hay nada como bañarse en agua calma y clara sin ataduras textiles que medien entre la suavidad y el frescor del mar y sus cuerpos.

El resto de los días dedíquenlos perezosamente a volar la cometa en las desiertas y recuperadas ya de la locura masificada del verano, playas de Vera o Mojácar. Caminen kilómetros y kilómetros sin que les perturbe el ruído o los veraneantes que no tienen la suerte de poder serlo fuera de temporada. Viajen si les apetece a conocer el teatro romano de Cartagena o la Alcazaba de Almería, pero no dejen de acercarse al puertecillo de Garrucha y ver cómo desembarcan el pescado recién capturado. Si después, a la noche, tienen ocasión de probar gallos de San Pedro o gambas, salmonetes o chipirones, el placer será redondo.

Permitan pues que los primeros días de otoño, mucho más amables que los de su estación predecesora, les mimen y olvídense de todo lo que no sea amarillo y añil, desierto y mar. El Cabo de Gata, sus salinas, sus flamencos, su arena finísima y blanca sabrán recompensarles de trabajos ingratos o ausencia de ellos, de inviernos oscuros y lluviosos, de larguísimas horas perdidas en las salas de espera de los hospitales.
Ni se lo piensen dos veces, tírense de cabeza, sumérjanse y chapoteen, que el mediterrano fuera de época sabe ser agradecido y les agasajará con todos los tesoros escondidos de que sea capaz.

Si después toca volver a la dura batalla, a los Libra y Escorpio y Sagitario trastocados en Cáncer, al menos tendrán Vds. las baterías del alma y el cerebro bien recargadas. Y la piel, ese órgano que guarda memoria de lo bueno y de lo malo, conservará intacto el recuerdo de un sol que no quema y un agua acogedora hasta que de nuevo, al año siguiente, comience otra vez el ciclo.

No creo que me dé tiempo a contestar sus comentarios. La mar me está llamando con urgencia.
Como compensación y para ilustrar esta larguísima y mediterránea entrada, les dejo con una pieza que viene como anillo al dedo. Disfruten de la delicadeza debussyniana de cristal siempre a punto de romperse. Zambúllanse despacito en esta entrada para poder salir de ella sin ahogarse. Recuperen el pulso a su localidad, sus amigos, su trabajo. Y como seguramente la pereza y las obligaciones vacacionales no le permitirán a esta condesa castigarles con nuevos posts, despídanse de ella, bloguísticamente hablando, hasta mediados de octubre.

Mientras tanto, arrostren como puedan el regreso a su  pequeña o gran urbe, que yo he estado esperando sin rechistar a que volviesen. Y ni se les ocurra tener síndrome postvacacional, que ya saben que es un invento de los psiquiatras a fin de pagarse la reforma del cuarto de baño o la cocina y no es plan de contribuir a subvencionarles el alicatado.

Y, por supuesto, sean felices y derrochen todo lo bueno que puedan atrapar repartiéndolo también generosamente.

¡Hasta la vuelta..! No se me vayan muy lejos.


C.Debussy (1862-1918). La mer. Trois esquisses symphoniques. (El mar. Tres  bocetos sinfónicos). I De l'aube à midi sur la mer. Très lent (Del alba a mediodía sobre el mar. Muy lento). II Jeux de vagues. Allegro (Juegos de olas. Allegro). III Dialogue du vent et de la mer. Animé et tumultueux (Diálogo del viento y del mar. Vivo y tumultuoso). Philharmonia Orchestra. Michael Tilson Thomas, director. Sony, 1984.




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