Un regalo de Sergio Astorga

lunes, 29 de abril de 2013

Bagatelas XX: En la espera





Rhinocerus. Albrecht Dürer. 1515. Grabado. 21,4 cm. x 29,8 cm. British Museum, Londres.



Ayer -primer día tranquilo desde que regresé- consulto la agenda de exposiciones pendientes y, ¡zasca!, resulta que me clausuran cinco de aquí al domingo. Una de grabados de Durero, en la Biblioteca Nacional; una minimuestra sobre Munch en el Thyssen, antes de que se lleven a Oslo uno de las joyas de la corona que el museo posee de ese chiquito noruego angustiado y chillón; dos de pintura impresionista y postimpresionista en la Fundación Mapfre y una más sobre Pompeya, en la Fundación Canal. Ahí es nada. Reorganización de la semana a toda prisa y sobre la marcha pues además tengo dos conciertos de piano -el martes (¡Aysss, que no veré el partido del Bernabéu!) y el miércoles- a los que no quiero faltar.

¡Caray con el stress de los prejubilados..!

Dado el panorama de hiperactividad que se me presenta -programa que cumpliré volentieri pero que no deja de ser cansado por muy agradable que resulte- y en tanto ordeno recuerdos, ideas y fotografías del pasado viaje y deslío la pata romano-artístico-musical, no me queda más remedio que reducir mi entrada a una nueva bagatela a fin de que se entretengan y no me acusen de pereza mientras encuentro tiempo para argumentos de mayor enjundia. Aunque, ...¡anda que no la prefieren a los rollos teórico prácticos..!, que lo sé yo.

Con todo, no piensen que les dejo con lo primero que me ha salido al paso en la estantería. La obra de hoy es para mí una música querida y muy especial. Algún día les contaré la razón principal de ello pero, por el momento, básteles con saber que uno de los motivos de esa predilección viene implícito en el título de la misma.

Sin más preámbulos les dejo con ella. Disfrútenla, báilenla, arrástrenla. Péguense, acérquense, abracen y besen a su pareja mientras suenan las inspiradas sensaciones de ese argentino famoso y genial saliendo de la madera, el arco y los dedos de esos cuatro fantásticos músicos del desaparecido Alban Berg Quartett.

Y, como siempre, intenten ser felices a pesar de.



A. Piazzola(1921-1992). Tango Sensations. En el álbum, "20th century Masterpieces". Interpretado por el Alban Berg Quartett. Emi, 2004.
1) Asleep
2) Anxiety
3) Awake
4)  Fear


sábado, 13 de abril de 2013

Bagatelas XIX: ¡Ay, este azul..!




Cap de Formentor. Mirador des Colomer, el 12 de abril de 2013 (Fotografía Paz Juan)





¡Qué bien me viene respirar este color de vez en cuando..!





¡Ay, este azul! Pancho Cabral. Cantada por Valeria Texeira


Sean felices en tanto vuelvo, si es que no me quedo a vivir definitivamente por aquí.


lunes, 1 de abril de 2013

Illes Balears


A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero

Miguel Hernández  
Elegía a Ramón Sijé












Llevo varios días sentada frente al ordenador organizando los itinerarios de un viaje que llega cuatro años tarde. Cuatro años tarde para dar un pequeño salto junto a Rafa y plantarnos en un suspiro en Palma de Mallorca para el abrazo y el adiós. Cuatro años tarde para acceder a la hospitalidad franca y abierta de una casa con balcones a la plaza mayor. Es un poco el reflejo deslucido de aquel otro viaje que no pudo ser. Es un homenaje pequeño. Y es también el traer a la memoria los paisajes y la luz de una Mallorca y una Eivissa que conocí en noviembre de 1978 de la mano de un novio que no lo era y de una carabina pegajosa y obtusa. Seguramente el recuerdo que guardo de aquel entonces no tenga nada que ver con las islas que son ahora. Es probable que algo me decepcione aunque solo sea porque han pasado 35 años y el turismo siempre deja su huella por mucho que en algunas zonas de las islas se intenten evitar o contrarrestar sus efectos secundarios. Da igual. El jueves nos esperan dos o tres de las islas más hermosas del Mediterráneo. No queda más que zambullirse en el tiempo y salir del agua renovados y abiertos a lo que nos ofrezcan, que seguirá siendo mucho.



María del Mar Bonet. El cor del temps. Les illes (letra de Vicent Andrés Estelles y María del Mar Bonet. Música de María del Mar Bonet). Grabado en directo en el Palau de Sant Jordi el 23 de abril de 1997. Picap, 1997.



Gorriones de la plaza de Santa Eulalia,
adiós, adiós, adiós.
Me voy y yo no sé cuándo podré volver a la isla.

He amado mucho una isla;
ella quería ser libre y no quería casarse,
alegre y graciosa como una palmera.

El moribundo os ruega, todavía con un hilo de voz:
Habladme de las Islas
¿Es cierto que Ibiza se ha casado?

Islas del ocaso,

¡cómo os añoro! Limas y naranjas...
Volaban las parras.

Menorca la bella;

sobre Mahón, la luna.
Y el sol duerme en Ciudadela.

Anoche soñé que me nacía una isla.

Unos hombres la despedazaban.
¡Ay, pequeña Dragonera!






Si guardo una imagen clara y nítida de la ciudad de Palma es aquella que me contiene a mi misma en el patio del castillo de Bellver, junto al pozo, y la ciudad a los pies desde lo más alto de la edificación circular. De la catedral guardo una sensación de amplitud pues por entonces no conocía nada del gótico francés y era la primera vez que mi vista podía perderse a gusto por toda la nave del inmenso edificio sin topar con ninguna mole pesada de piedra que encerrase un coro. Fortificada, monolítica, iluminada y clara. Debo reconocer que no guardo la más mínima remembranza de la Llontja o del Palacio de la Almudayna. Pero sí me vuelvo a ver sentada en una terraza de la plaza mayor, tomando un vermú casi en pleno invierno, bajo un sol suave, con apenas 20 años y una relación recién iniciada. Y un establecimiento que puede que todavía exista, con fachada de color verde brillante, donde compré las ensaimadas más fantásticas que he comido en mi vida. 

Palma, aquélla por la que, llevada de mi modo de vida matritense, circulaba con mi primer R5 de color rojo cambiándome continuamente de carril y aterrorizando a los tranquilos conductores de la isla. La que bullía dentro de un orden. La que se desperezaba cada día de otoño diáfana y a la medida del hombre y no del tráfico. Bella y activa. La que me brindó su fachada más hermosa, de amanecida,  desde la cubierta de un barco, bajo mi mirada somnolienta y feliz.  



María del Mar Bonet. El cor del temps. Mercè. (letra y música de María del Mar Bonet). Grabado en directo en el Palau de Sant Jordi el 23 de abril de 1997. Picap, 1997.



Mercè
Palma lejana;

y yo lejos de las calles,
lejos de los almendros
de aquellas calles que mueren en la muralla.

Mercè, 
lejos de tu mirada
y del viento tranquilo,
de la casa clara;
lejos de las azoteas
donde los gorriones se aman y cantan,
y las monjas tienden
los pecados del mundo y la ropa blanca.
Y un fraile baila
sobre el tejado,
esperando emprender el vuelo,
hacia el azul del cielo,
faldas al aire.

Mercè,
sobre tu mesa flores y naranjas;
las gaviotas te acompañen
el lento caminar hacia la hora baja.
Siempre volveré 
hasta nuestra playa;
las olas no me dejan, madre,
alejarme mucho...




Y comienza el recorrido de aquel recorrido. Desde el mirador que nos regaló la Dragonera petita, subir serpeteando por la Tramontana, ese esqueleto duro y bellísimo que vertebra la isla. Descubrir el Mirador de las Ánimas y Estellencs, hasta llegar de anochecida a Valldemossa para visitar a la mañana siguiente, casi con unción, la celda donde un Chopin enfermo, enfadado por aquel piano que no llegaba nunca y decepcionado por los derroteros que tomaba la relación con su amante Aurora Dupin, daba forma a la mayor parte de su "colección" de Preludios, que terminaría allí mismo.


Chopin (1810-1949). 24 Preludios op. 28. Maria João Pires, piano. Deutsche Grammophon, 1994






Y así durante un par de días más pasamos rozando el Puig, nos sumergimos en Lluc, descendimos a Sa Calobra y el Torrent de Pareis por esa carretera imposible con curvas que se retorcían sobre sí mismas. Nos acompañaba la noche a la intemperie en una débil tienda de campaña y el olor a romero y hierbas aromáticas por toda la montaña.


Las bahías de Pollensa y Alcùdia se nos abrieron entonces generosas al final del camino. La subida al Calvario -qué jovenes éramos entonces que lo hicimos casi de un tirón- y esa sorpresa final, inmensa, azul hasta donde puede abarcar el horizonte que es el Cabo de Formentor, con la playa a los pies y una de las vistas más soberbias a las que he tenido acceso en toda mi vida.



María del Mar Bonet. El cor del temps. El pi de Formentor.  (Letra de Miquel Costa i Llobera y música de María del Mar Bonet). Acompañada de la Coral Universitària de les Illes Balears. Grabado en directo en el Palau de Sant Jordi el 23 de abril de 1997. Picap, 1997


¡Mi corazón ama a un árbol! Más viejo que el olivo,
más potente que el roble, más verde queel naranjo,
en sus hojas conserva la eterna primavera, 
y lucha con los vientos que arrasan la ribera
cual un guerrero gigante.

No asoma por sus hojas la flor enamorada;
no va la fuentezuela sus sombras a  besar;
mas Dios ungió de aroma su testa consagrada
y por trono le dio la agreste serranía,
y por fuente la mar.

Si lejos, sobre la ola, nace la luz divina,
no canta por sus ramas el ave que cautiva;
el sublime grito oye del águila marina,
o del alto buitre siente el ala gigante
remover su follaje.

Del limo de esta tierra su vida no sustenta;
por las rocas retuerce su poderosa raíz,
tiene lluvia y rocío y viento y luz ardiente,
y, cual viejo profeta, recibe savia y vida
del amor de los cielos.

¡Árbol sublime! Viga imagen del genio:
domina a las montañas y acecha al infinito;
por él, dura es la tierra, mas su ramaje besa
al cielo que hechiza, y tiene al rayo y al viento
por gloria y por deseo.

¡Oh, sí! Cuando a sus anchas brama la tempestad
y por entre la espuma parece caer su peña,
él ríe y canta entonces más fuerte que las olas,
y vencedor sacude sobre los nubarrones
su cabellera real.

Mi corazon te envidia. Sobre la tierra impura,
llevaré como santa prenda tu recuerdo.
Luchasr siempre y vencer, reinar sobre la altura
y nutrirse y vivir de cielo y de luz pura...
¡Oh vida! ¡Oh noble suerte!

¡Levántate, alma fuerte! Entre las nubes cruza,
y cual el árbol de la peña arraiga en la altura.
Verás caer a tus plantas la airada mar del mundo,
y tu canción tranquila cruzará la ventada
como ave del temporal.






Después llegaría el encanto de la lluvia atravesando las huertas del interior, entre Inca y Manacor, por caminos pequeños y aislados. Y la fascinación viendo soplar el vidrio, para desembocar después al otro extremo de la isla. Para hundirnos en la tierra por cuevas espectaculares con salas iguales a las de inmensos palacios o pequeñas y graciosas, navegables por un lago diminuto con luces cambiantes para turistas al tiempo que recordábamos El Verdugo de Berlanga.

La costa este, ya muy tocada por ese turismo atroz que asoló la isla durante muchos años. Salimos corriendo de Port Cristo o Port Colom para adentrarnos en pequeños refugios que aún existían -y ojalá existan todavía- casi en el sur: las calas d'Or, Montdragó  o Santanyí.

Por aquel entonces -y ya de regreso a Palma para el retorno- se nos quedó una asignatura pendiente. Yo confío este año en acercarme a la Cabrera, pequeña y con forma de pieza de puzzle, protegida y protectora de especies y paisaje. Para bordearla y acceder a su cueva azul.

Este año habrá también, como entonces, un viaje relámpago a Eivissa, la Aiboshim, la Madina Yabisah. Espero que ahora sea tan impagable como entonces la llegada por barco para fondear en una isla blanca, con la espléndida fachada de la catedral y todo el Dalt Vila dominando. Y pasar casi todo el día en ella, revisitando el Puig dels Molins, subiendo a Santo Domingo, dejándonos rodear por las murallas y dando gracias a la diosa Tanit, que la conserva hermosa a pesar de las discotecas y la música electrónica y las borracheras...   

El viaje terminó por aquel entonces y se iniciará de nuevo dentro de tres días. Con más años y las mismas esperanzas. Menos ilusionada y más madura. Con menos sueño y más vida a las espaldas. La misma de entonces y otra persona completamente distinta. Pero ellas no... ellas siempre permanecen. La Dragonera pequeña; Eivissa, la isla novia; Cabrera, que se ancla al fondo marino con sus tentáculos de roca y pino y Mallorca, la isla mayor, la que nos guarda la esperanza de poder alcanzar un día la que nos falta, la Menorca barrida por la tramontana, solitaria y salvaje. Pero sobre todo la Mallorca que me trae añoranza de recuerdos no vividos con quien ya no es pero está, recuerdos que no pudieron ser y sin embargo existen y existirán siempre, allí donde la realidad no es necesaria. 

Y tener la sensación de que todas las Illes Balears forman parte de un todo mucho más grande y más altivo y siempre hermoso y al alcance de la mano. Cuando regrese de esta andadura seré mucho más consciente todavía de lo que significa sumergirse en ese estanque -como lo llaman los franceses- pequeño, maltratado y muy hermoso  y más consciente también del orgullo de pertenecer a un país llamado nada más y nada menos que Mediterráneo.



María del Mar Bonet. El cor del temps. Des de Mallorca a l'Alguer.  (Letra de Albert García y música de María del Mar Bonet). Grabado en directo en el Palau de Sant Jordi el 23 de abril de 1997. Picap, 1997.




Desde Mallorca al Alguer

los pañuelos de los barcos van saludándose a Poniente,
los olivos al viento,
bruma antigua del cielo,
haciendo mariposas de verde.

Desde Mallorca al Alguer

la luna dice cada noche:
"el mar se muere lentamente."
Por la mañana le responde el sol:
"El fuego avanza incendiando,
las montañas que veo".


Desde Mallorca al Alguer,

desde la Alcùdia a Albuixech,
desde Maó a Cadaqués,
desde Montgó a Es Vedrà,
desde Talltendre a Queixans,
de Porqueroles a Calp,
desde Mallorca al Alguer,
desde Dalt Vila a Sant Joan,
desde Tabarca a Forcall,
de Ciutadella a Llançà,
de Espalmador a Alcanar,
de Torreblanca a Malgrat,
desde Mallorca al Alguer.

Antigua canción de la mar;

donde se mecen las islas
hoy se tienden las manos,
desde Mallorca al Alguer.

Palabras que canta la gente

es un lenguaje que entiendo
pues todos hablamos el mismo.




Procuren trabajar lo menos posible y a la vuelta hablamos. Mientras tanto, ya saben, lo de la felicidad... que nunca viene mal serlo, al menos a ráfagas veloces y diminutas.