Un regalo de Sergio Astorga

viernes, 30 de agosto de 2013

Bagatelas XXVII: Rejuvenecer lo eterno












clásico, ca.

(Del lat. classĭcus).

3. adj. Dicho de un autor o de una obra: Que se tiene por modelo digno de imitación en cualquier arte o ciencia. U. t. c. s.







... Precisamente por eso tampoco está mal "actualizarlo" de vez en cuando, siempre que se haga con saber y respeto.

Disfruten de la música seria de estos señores tan poco serios afortunadamente. 





VV.AA  - Classics in Blue. Sony, 2011
1) Grieg - Peer Gynt - Suite nº1 - La mañana. Duke Ellington.
2) Dvorak - Humoresque. Art Tatum
3) Debussy - Preludio a la siesta de un fauno. Eumir Deodato
4) Grieg - Peer Gynt - Suite nº 2 - La canción de Solveig. Duke Ellington
5) Ravel - Pavana para una infanta difunta. Eumir Deodato
6) Beethoven - Sonata Claro de Luna. Glenn Miller
7) Chopin - Impromptu. John Kirby Sextet
8) Gershwin - Summertime. Miles Davis


martes, 20 de agosto de 2013

Bagatelas XXVI: Tiempo de verano callado y perezoso










Mañanas. De chapoteo acompasado y plácido mientras suena en el oído la música íntima y nocturna de preludios debussinianos. De trenzar despacio hilos de colores en un cañamazo beige viendo cómo lentamente toman forma como por ensalmo. De ojos llenándose con suavidad de los minotauros feroces o vencidos de Picasso, que brindan y beben, manosean o se dejan llevar desvalidos y ciegos por una niña que alumbra apenas. De carcajadas amplias y sonrisa perenne, en tanto el mago maravilloso del cine que habitaba la casa transparente despliega su colección de trucos en rescatados celuloides, tan jóvenes y nuevos como cuando fueron impresionados por la luz viajera a través de lentes y cristales.

Tardes. De siestas ligeras o profundas bajo el arrullo del ventilador colorido que surge del techo y repite su movimiento perpetuo,  protector y  benéfico. De películas, libros y música cuya escucha, visionado o lectura largamente aplazados hacen brotar palabras, personajes y notas provocadoras de un efecto de serenidad tranquila, de dejarse ir. De moscas acróbatas, machadianas y pertinaces revoloteadoras, subiendo y bajando en el aire pesado de la habitación a oscuras, empeñadas en desvelarnos y desvelar de paso antiguos y adormecidos sueños.

Noches. De un Madrid finalmente compasivo que trueca el aire irrespirable en brisa. Del reloj cómplice y amigo, ralentizando hasta lo imposible sus saetas negras y pequeñas para que las veladas se llenen de risas y murmullos. De  caminar parsimonioso por el Salón del Prado, en largos paseos hablando de lo cotidiano o lo sublime; sin mayor trascendencia, por el puro placer de la charla... con voz queda.  

... De horas infinitas en este verano callado y perezoso, que desnuda los hombros y tobillos mientras de nuevo arropa el alma con comienzos y vida.





lunes, 5 de agosto de 2013

El seis doble










- Señooooraaaaa Condeeeeeesssaaaaaaa...

- ... Condeeee ... Tú dirás lo que quieras, Fasolt,  pero anda que no se hace de rogar. Y total para una fiesta de chichinabo...

- Te quieras callar, Fafner? Podría oírte...


- Hoooola... ¡Cuánto bueno por aquí..! Nada más y nada menos que mis dos leales, fieles, serviciales y "trabajadores" sirvientes... Justamente un año sin aparecer por aquí, ¿no? Suponiendo que la memoria no me falle, que también podría ser...

- ¿Lo ves, Fa..? Encima de que se hace de rogar, se presenta en plan señorona, con mucho retintín, mucha ironía y no menos ínfulas...

-
Cállate ya de una vez, hermano! Es la señora condesa y punto. Tengamos la fiesta en paz...
Señora, ya está todo dispuesto, como cada año...

- Vaya, después de todo te has acordado, Fasolt...

- Naturalmente, condesa. El servicio ha recibido las pertinentes instrucciones, la música está preparada y el buffet libre se servirá en la sala de juegos, que es más íntima y agradable que el pomposo salón de baile. Amén de que resulta deliciosamente ad hoc para el título de esta entrada.
En cuanto Vd. lo diga, podrá dar comienzo la celebración.

- De acuerdo entonces, Fasolt. Déjame que, en tanto llega Freia, diga unas palabras a los que han tenido a bien acudir a mi casa hoy. El resto lo dejo en tus manos...
... Y gracias por estar siempre en todo.










Mis queridos lectoyentes... Me parece imposible que hayan pasado ya seis años desde que Freia abriese esta bitácora. O estas bitácoras... según se mire. Bueno, dejémoslo en esta bitácora doble, de ahí el juego tonto de palabras del título en esta entrada especial.
Especial porque nuevamente estamos de celebración.

Como cada nuevo año, hago balance [les prometo que ligero] de lo sucedido en los últimos 12 meses.
Y ha sido bueno, realmente bueno. Desde el punto de vista blogocósico, la condesa ha batido récord: nada más y nada menos que 50 entradas... una por semana. Hacía tiempo que la aristócrata venida a menos no curraba tanto. Claro que también es verdad que el inventillo de las bagatelas le ha puesto la tarea mucho más fácil...

Pero ha sido también un período bueno, muy, muy bueno en lo personal. Un curso plagado de actividad:  aprendizaje de aficiones manuales y "dramáticas" y continuidad en la natación y en los múltiples, variados y soberbios conciertos a los que he tenido oportunidad de ir (más de setenta). Y un final con nervios de estreno, examen e ingreso en la Emad incluido. La perspectiva de tres años de estudios a la vuelta de la esquina me trae ilusión y me quita años.

Los viajes han estado muy presentes a lo largo de esta temporada que acaba de terminar. Desde el bálsamo de la Almadrava y Benicassim, pasando por Tarazona y Soria, Toledo e Illescas, Mallorca, los Montes de Toledo hasta llegar a la Granja,  para completar el ciclo de nuevo en el Levante con el viento a favor. A un mes vista, el cabo de Creus y el de Gata se dejan ver tímidos y acercándose por estribor.

Un año también de conocer gente nueva: "colegas" de teatro, nuevas compañeras en la clase de labores, amigos de amigos, personas del mundillo de la farándula, teatreros varios...
Y blogueros... sí señor.  Porque nuevamente la blogocosa me ha regalado la oportunidad de pasar de la virtualidad a la más espléndida de las realidades al presentarme a alestedemadrid, compañera de exposiciones y aperitivos y a emejota, excelente contertulia al abrigo de un buen café. Y de disfrutar de la música y el abrazo cálido de Diego o de la invitación, la charla y la compañía de buenos amigos castellanos [alguno de ellos emigrado quién sabe si temporal o definitivamente al Mediterráneo].  Por no hablar del paseo delicioso y la charla y el té compartidos con mi jardinero favorito. Me van a permitir una mención aparte del vasco afrancesado, cuyas investigaciones nos han permitido disfrutar de su saber, su sonrisa, sus mejores tesoros y su compañía a pesar de faltar ya por segundo año a nuestra cita anual con Donosti. Pero no sólo ellos. Mi querida Isabel romana me regaló uno de los momentos más hermosos de los últimos meses al esperarme en la estación del AVE de Valencia y derrochar alegría, conversación, música y libros conmigo, entre un tren y otro.

Por supuesto, están los de Madrid, todos ellos: María y Ernesto, Rafael y Lola, Antonio, Carmen, Nano, Aída, Óscar,  Txema, con mención de honor a mi querida Anarkasis. Y los que andan más lejos pero sólo geográficamente [Gemma, María y Manuel, Sergio el abarrotero, mi ratoncilla provenzal, Isabel la costurera de palabras, mi sor Bizqueo o mi diosabruja bonaerense, hacedora de historias maravillosas que hablan de veleros y de amores valientes. Y siempre, siempre, siempre, en mi alma y mi corazón, Javier y Antoñito.

Ya no quiero aburrirles más. Los primeros invitados hace un rato que llegaron a la fiesta y no es cuestión de hacerles esperar. Me despido por tanto, no sin agradecerles, como cada año, su lealtad, su compañía, sus palabras de ánimo, de risa, de bondad. Gracias por estar ahí, siempre, al otro lado de esta quinta pared tan rara en ocasiones que es la blogosfera.
Como compensación mínima les dejo un seis doble musical, para celebrar los seis años de vida de esta doble bitácora, que es y está y continúa porque Vds. la hacen posible de a poquitos.

Hoy más que nunca, sean todo lo felices que puedan, que el tiempo pasa volando y hay que atraparlo por los pelos para vivirlo con intensidad.







G.Ligeti (1923-2006) Seis bagatelas para quinteto de viento. The Israel Quintet. Vía Erthel




L.v.Beethoven (1770-1827). Sinfonía nº 6 en Fa Mayor, op. 68, "Pastorale". Bayerisches Staatsorchester. Carlos Kleiber, director. Grabado el 7 de noviembre de 1983. Orfeo, 2003. 



jueves, 1 de agosto de 2013

Recuerdo limpio y vespertino









Cuando era pequeña había una habitación en casa a la que mi padre, pomposa y orgullosamente, llamaba discoteca. No éramos ni fuimos nunca económicamente desahogados ni mi padre un gran entendido en música -ni siquiera conocía a Bruckner, cosa que mi hermana nunca ha dejado de reprocharle, incluso muerto-, pero a mí, con tan poca edad, me parecía el padre que más sabía de música del mundo. Había ido comprando y atesorando discos desde que era soltero y una de sus grandes ilusiones al casarse era tener un sitio donde ponerlos y escucharlos.

Conservo recuerdos parciales y a veces borrosos de aquella sala. Supongo que me acuerdo más por descripciones posteriores de mis padres o mi hermana que por mí misma, pero sí que guardo por aquella pieza y por lo que en ella se escuchaba un afecto muy especial, quizá también porque sólo tenía unos 6 años.

La discoteca era de medianas dimensiones y luminosa. Había un mueble enorme para guardar los discos, un tresillo de terciopelo -o algo similar- granate, una alfombra en el centro de la habitación, una gramola y un tocadiscos automático y estéreo, modernísimo para la época. Había también un espantoso cuadro de Santa Cecilia tocando el clave que a mí, por aquel entonces, me parecía precioso y un enorme, tremebundo y verdísimo busto de Beethoven que me causaba auténtico horror.

Mi padre había conseguido reunir unos 800 discos de música clásica, de vinilo, gordos, de aquellos de 72 revoluciones por minuto y, para evitarles el polvo, les había hecho a cada uno una funda de papel beige (el mismo con el que forrábamos los libros del cole cada mes de octubre), en la que escribía a mano pacientemente la ficha discográfica de cada uno de ellos.

Cuando conseguí vencer el pánico que me causaba el careto de Herr Ludwig, le cogí el gustillo a visitar aquella habitación. Me gustaba ir allí porque el sofá era muy, pero que muy cómodo y me echaba unas siestas que temblaba el misterio, para qué vamos a engañarnos. Supongo que empecé a escuchar música clásica sin tener la menor intención de ello y sin prestarle excesiva atención -todo hay que decirlo- solo porque en aquel sitio se estaba francamente bien. Por aquel entonces yo hablaba menos que un cartujo y era introvertida hasta la exageración (mi madre siempre opinó que podía haberme quedado así toda la vida). A mi padre por tanto no le molestaba en exceso que yo rondara por la pieza, habida cuenta de mi afición desmedida a caer en los brazos de Morfeo en cuanto sonaba el primer movimiento de algo.

No es casual que me prive casi todo lo alemán. Estoy convencida de que en mi caso funcionó la hipnopedia (palabreja que viene a significar aprendizaje durante el sueño) y mi progenitor me transmitió sus gustos musicales mientras yo roncaba (¿las niñas roncan?) plácidamente en el tresillo. Claro que también pudo contribuir a ello el que él se educó en el Colegio Alemán de Madrid -antes de que lo cerraran en 1936 por motivos obvios-, que era filogermánico hasta la médula y que nos educó "a la prusiana". Va a ser eso, ... eso y un complejo de Electra nunca superado (ni ganas).

Lo que sí que recuerdo con una nitidez asombrosa es el día en que la discoteca desapareció. Yo tenía 7 años y medio y mi hermano, unos 5. El petardo contaba pues ya con una edad en la que no estaba bien visto que compartiera cuarto con sus hermanas mayores -al menos en aquella época-, así que había que habilitarle al angelito un sitio donde dormir.

Primero vinieron a llevarse los muebles y la gramola. El tocadiscos se salvó y durante años anduvo por casa. También se libraron de la quema el inefable busto (¿querréis creer que hasta le cogí cariño?) y la Santa Cecilia, que sobrevivió a su dueño. Al cabo de unos días llegó un señor con una furgoneta de esas como la que tenía el Plácido de Berlanga. Empezaron a bajar los discos. Yo misma ayudé a cargar unos cuantos y a montarlos en la furgoneta. ¿Por qué hubo que venderlos? Imagino que por cuestión de espacio y sobre todo porque habría que comprar mobiliario para la habitación del mastuerzo. Mi padre sólo pudo conservar unos cuantos que aguantaron hasta que el tocadiscos cascó y llegaron los primeros cassettes. Nunca podré olvidar su cara cuando la furgoneta se fue: era la misma cara de infinita tristeza que sólo reapareció, casi treinta años después, cuando se dio cuenta de que se estaba muriendo.

[Este texto, con mínimas modificaciones, apareció hace ya casi seis años. Era apenas el cuarto post en el blog Variaciones Goldberg. Desde entonces ha llovido mucho y han pasado muchísimas cosas pero el recuerdo sigue ahí, exacto al de entonces. Por eso hoy, en que echo de menos a mi padre de forma especial, lo traigo de nuevo a las páginas de esta bitácora.
Porque la añoranza, de tanto en tanto, araña pertinaz e impertinente y es bueno dejarse llevar por ella para, de paso, dar al traste con sus intenciones.  No sea que de tanto rascar y rascar acabe por hacer un agujero en el alma.
Sean felices con el recuerdo como yo lo estoy siendo esta tarde.]



L.v.Beethoven. Cuarteto nº 15 en la menor, op. 132. III Heiliger Dankgesang eines Genesenen an die Gottheit, in der lydischen Tonart (Canto sagrado de agradecimiento de un convaleciente a la Divinidad, al modo lidio) Molto Adagio - Neue Kraft fühlend(Sintiendo una nueva fuerza) Andante